lunes, 4 de diciembre de 2023

Día 1

Hola depresión.

Hoy me he dado cuenta lo sola que estoy. En un momento me desesperó tanto el dolor que me alejé.

Estos meses han sido terribles. Siento que me he hecho cargo, que fui responsable, fui buena persona, pero como siempre me dijeron: eso no sirve de nada.

Siempre pensé que encargándome de las cosas podría estar tranquila, así nadie podría reclamarme, pero la presión es mayor porque los demás no quieren hacerse responsables.

Ahora entiendo cuando de chiquita me decían que me veía triste, seria; es que nunca pude en verdad disfrutar. Siempre fue: Emma tiene que hacer, tiene que verse, tiene que hablar, tiene que sonreír, tiene que estar. ¿En qué momento dejé de ser yo?

Toda mi vida fue una pelea, toda mi infancia prácticamente se trató en ocultarme. Recuerdo que el lugar más cómodo de la casa era el baño, me encerraba horas para no tener que escuchar a nadie. Luego la obsesión con los audífonos, algo que vuelve cada cierto tiempo. La obsesión con el sonido y canción perfecta para poder hacerme bolita en una esquina de mi cama y solo escuchar música, alejarme.

Mis audífonos se convirtieron en mi armadura, en una forma de escapar. ¿Alguna vez has imaginado todo un videoclip mientras escuchas una canción y caminas hacia cualquier lugar? Por eso caminaba tanto.

Recuerdo que regresaba del colegio y encontraba la puerta cerrada. Ya no decía nada, sé que no me querían ahí, pero estaba mejor fuera. Caminaba cuadras hasta el Jockey, siempre con un Mp3, lo bueno es que esos usaban pila así que no se “acababa la batería”, podía comprar pilas, ventajas de las antigüedades. Cada cuadra caminada eran lágrimas menos.

Recuerdo que no podía dejar que me vean así, encapsulada, triste; inmediatamente me juzgaban, nunca pude ser la victima que era. ¿Por qué eso me molesta? Porque siempre tuve que ser la fuerte, la que se encarga y calla.

No importa lo bien que quiera hacer las cosas, nunca es suficiente. SI pido ayuda soy una débil, una que no puede hacerlo todo cuando debería. Entonces me alejo para que no me vean, pero eso también está mal. Entonces hago lo que se tiene que hacer, que tiene que hacer más porque los demás lo hacen, mejor desaparezco.

Ahora vuelvo a encerrarme, a alejarme. Ahora soy la persona que se hace cargo y tiembla con el sonido de los tacones y aguanta un ataque de pánico mientras trabaja. Soy la que no quiere molestar, está podrida y es de lo peor porque no es agradecida de lo que le han dado, pero es que yo ya di todo y no puedo más.

Ahora entiendo a mis tíos que se encerraban, se alejaban y eran lo raros antisociales que nadie quería. No eran malos, solo estaban cansados ya que nunca la tuvieron fácil. Hay un momento en el que te deja de importar todo porque el dolor ya es mucho.

Seguiré informando.

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